En una época en la que los retos medioambientales nunca había estado tan identificados como hoy en día, el carácter efímero de los eventos ha empujado durante mucho tiempo a los organizadores hacia una cultura del «usar y tirar» por simplificación logística. Con la toma de conciencia actual, las mentalidades y las prácticas están evolucionando. Por ello, la producción de eventos aspira a ser cada vez más sostenible. Los eventos representan una oportunidad para probar nuevas prácticas y son un catalizador para su difusión. De hecho, al reunir a numerosas partes interesadas (profesionales, instituciones y público en general) se convierten en un escaparate de prácticas medioambientales que pueden trasladarse a otras actividades.